En esta oportunidad quiero escribirles de los jardines, de esos que vemos y admiramos reverdecidos, fértiles, esos que se cultivan con amor, fe y tranquilidad, donde el jardinero impregna de su esencia y aroma cada semilla plantada y en el agua que riega van sus mas nobles intenciones de ver crecer una planta hermosa y delicada, producto de sus mas profundos anhelos.
Cuando decidimos plantar, debemos hacerlo con la mayor convicción de que el resultado será lo esperado porque es producto de nuestro corazón, de nuestros sentimientos, de nuestros pensamientos, cuando regamos nos conectamos con nuestra añoranza, esperanza, cuidado, amor y protección. Cuando estamos atentos a nuestros hijos, familiares, amigos, compañeros de trabajo, lo hacemos desde el riego...vale la pena preguntarse y reflexionar qué queremos cultivar en nuestras relaciones; qué estoy sembrando a diario con mi comportamiento, con mi actitud y mis palabras, qué jardín estoy atendiendo más, el de los vecinos o el mío, qué estoy cultivando en mi entorno, hay malezas, plagas, mala hierba o estoy recibiendo reconocimiento, atención, colaboración y respeto.
Revisa siempre antes de sembrar, procura regar todos los días y cosecharás eso tan hermoso y puro como tu mas grande corazón, porque será un reflejo de ti, de lo que creaste, de lo que cultivaste, de lo que estas siendo; cuando no te guste lo que ves revisa que semilla plantaste, con qué la regaste y quien eras cuando la cultivaste.
Ahora podrás replantarla, cultivarla con quien decidas ser, para tener lo que deseas ver.
Bendiciones en la luz.
Jesee Moreno